LAS PALABRAS DE MIS PADRES
LAS PALABRAS DE MIS PADRES
Voy a intentar escribir un texto con las palabras del pueblo que usaban mis padres en casa. Entre paréntesis pondré el significado de las expresiones.
Recuerdo cuando mi padre cogía el porrón y bebía a reguilete (a chorro) el vino con gaseosa en las comidas. De postre en verano solíamos comer albérchigos (albaricoques). Cuando acabábamos de comer teníamos la andorga (barriga) llena. Si me entraba el hambre por la tarde iba a la cocina a buscar algún rebojo (trozo de pan).
Mis padres me contaban cosas sobre las faenas agrícolas que hicieron de jóvenes: iban a arrancar (cosechar) las legumbres en otoño; en verano era la recogida del cereal, tenían que segar, acarrear (llevar la mies a la era), trillar, aventar, etc. Cuando los caminos estaban en mal estado los carros podían entornarse (volcarse). Algunas veces mi madre iba a escardar (quitar las malas hierbas) a las tierras (campos de labranza).
Mis padres no subían escalones, subían banzos, y cuando llegaban al pìso en verano les entraba galbana (cansancio producido por el calor).
Como de pequeño era muy comistrajo (de mal comer) mi madre me daba un capón (golpe en la cabeza con los nudillos) y me decía: ¡Este chiguito! (niño, chaval). La familia le decía que no lo dijera para no parecer de pueblo. Como comía tan mal y estaba muy delgado mi padre decía que era un jijas.
Cuando te quedas entumido (entumecido) es que hace mucho frío. Si empiezan a caer espundias (copos finísimos) de nieve te quedas arrecido (también entumecido). Con ese intenso frío se formaban chupiteles (carámbanos) en lo aleros de los tejados, me recordaban los helados.
Al volver de las vacaciones de Sahagún traíamos a Castelldefels fardeles (sacos pequeños de tela) con lentejas y garbanzos.
Mis padres a las personas hurañas y poco comunicativas les llamaban morugos, a los indecisos pantos y si una persona gesticulaba mucho mi madre decía que hacía esparavanes. Si era muy vanidosa le llamaba alabancioso y si era astuta era un perillán o alipende. A los vagos y flojos solían llamarles baldrogas.
Mi abuela preparaba la lumbre en la chimenea para cocinar en las potas y los pucheros (ollas), después las ponía sobre las trébedes (trípodes metálicos) cuando ya tiraba el fuego para que se fuera haciendo el cocido. Por la noche con el badil (paleta metálica) se recogía la cernada (ceniza) y se tiraba.
Mi madre a veces entraba en mi habitación y me decía que la tenía llena de telares y de atropos (cosas indefinidas en desorden).
Mi padre de joven en el pueblo iba a los majuelos (viñas) y se dedicaba a alumbrar las cepas de las vides (quitar la tierra para sacar la cepa a la luz).
Cuando estábamos en Sahagún en verano y salíamos a la huerta al anochecer a echar un cigarro antes de la cena siempre se levantaba el amargacenas (viento fresco e inoportuno, pero puntual).
Podría seguir, pero no quiero aburriros. Además de mi memoria me he ayudado del diccionario sahagunense que está en la página www.joseluisluna.com.
SAHAGÚN
Sahagún eres cuanto desea
encontrar en su camino
el viajero o el peregrino
de la Ruta Jacobea.
Eres ciudad más que aldea,
eres principio y destino,
eres rey del puerro fino,
eres orgullo del Cea.
Monasterio Real de San Benito
protege tus calles y ríos
y vela por tu libertad.
Eres milenario y bonito
con título de señorío
de MUY EJEMPLAR CIUDAD.
Octubre 2020
José A. Travesi Escudero
MI MADRE Y SU PUEBLO
Mi madre me inculcó desde niño el amor a su pueblo natal, Sahagún, situado en la comarca de Tierra de Campos y en la provincia de León, casi en la frontera con Palencia. Eso unido al hecho de pasar todas las Navidades de mi vida hasta los catorce años en él hizo que ese cariño se arraigara y fructificara en mi alma.
Mis dos pueblos de referencia son Castelldefels y Sahagún. Y a ellos he dedicado muchas de mis composiciones literarias, ya sea en forma de poemas o de artículos y relatos.
Después de los catorce años he ido muchas veces a Sahagún en verano y una vez en Semana Santa. Íbamos a ver a mi abuela Emiliana y a mis tíos y primos y guardo muchos recuerdos de mis estancias. Además mi madre y mi padre me han contado muchas historias de su infancia y juventud. Tal vez algún día eso se transforme en relatos, ya veremos.
Ese cariño por el pueblo me llevó a comprar muchos libros sobre su historia y la de su monasterio benedictino, que fue muy importante en la Edad Media. Tengo un libro muy interesante titulado Sahagún, Monasterio y Villa (1085-1985), escrito por el padre agustino Juan Manuel Cuenca Coloma. También le compré a mi madre dos biografías de San Juan de Sahagún, hijo de la villa y patrón de Salamanca.
El otro día buscando en ebiblio.cat encontré una novela titulada El manuscrito de nieve, de Luis García Jambrina. Es una obra histórica y policiaca en la que aparece bastante como personaje fray Juan de Sahagún y habla de la pacificación que él promovió entre dos bandos nobiliarios rivales que había en la ciudad de Salamanca en el siglo XV, lugar donde transcurre la acción.
Hace un par de semanas fui a la Librería Canillo a buscar alguna novela histórica y me compré una de Peridis (desconocía su faceta de novelista y de estudioso del románico) titulada Esperando al rey. Mi sorpresa fue grande cuando vi que al cabo de varias páginas salía el monasterio de Sahagún en numerosas ocasiones como escenario de la misma. Allí se firmó el 23 de junio de 1158 el Tratado de Sahagún entre Fernando II de León y Sancho III de Castilla, ambos hijos del emperador Alfonso VII. Fernando II y el rey niño Alfonso VIII son los principales protagonistas de la novela.
En el monasterio de Santa Cruz de las monjas benedictinas de Sahagún están depositados los restos de Alfonso VI (1040/41-1109) y varias de sus esposas. Eso nos habla de la importancia que tuvo el monasterio en los siglos XI y XII. Este rey fue el que promulgó el fuero de Sahagún sobre el año 1080. De todos modos el señorío del monasterio y los derechos de los burgueses produjo serias revueltas en los siglos XII y XIII.
Colaboro con mi amigo José Luis Luna en su página de internet sobre Sahagún al igual que lo he hecho con el Ayuntamiento de Castelldefels buceando en la historia y en la literatura de mis dos queridos pueblos.
Gerardo Guaza (2020)
EL TREN
EL TREN
A mi madre Floriana González Borge,
(Sahagún 1-5-1934, Castelldefels 11-7-2020)
Oigo el silbido del tren
y recuerdo nuestros viajes:
andén nocturno, maletas,
departamento en penumbra;
el brillo de tus ojos
y tu alegre sonrisa
cuando el tren cruzaba
el puente de hierro.
Ya se divisan las torres
de San Tirso y San Lorenzo
y el amarillento silo,
los depósitos de agua
y ya, por fin, el andén
y la familia añorada.
Gerardo Guaza González
PEREGRINO
Peregrino, peregrino, peregrino caminante, ¿Pasaste ya por mi pueblo? ¿Admiraste su paisaje? ¿Te fijaste en sus iglesias? Pues existe mucho arte.
Sus gentes hospitalarias, El lecho donde descansaste, Sahagún se llama esta villa, de ella no podrás olvidarte.
Peregrino, peregrino, que llevas en tu mochila tus promesas e ilusiones. Santiago, largo te espera, pero no importa, caminante, ya es primavera. Los prados verdes y las florecillas alegrarán tu paisaje.
Peregrino, peregrino, que caminas siempre errante, tú jamás temiste el frío, tampoco el calor sofocante.
De ese reto, esa pasión jamás podrás olvidarte. Sagrario Gutiérrez |
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