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CARTA A MI MADRE

Querida madre, deseo que al recibo de esta te encuentres bien en lo más alto del cielo, nosotros quedamos bien por el momento gracias a Dios. Así empezaban las cartas que a veces me dictabas para enviar a los abuelos y al tío Vicente a Sahagún.

Te escribo hoy porque esta mañana me he parado a mirar unos letreros de rebajas en un súper y me he acordado de ti. Me he acordado de cuando íbamos a comprar a la avenida Manuel Girona y mirábamos juntos los carteles de las ofertas. También me acuerdo de cuando nos sentábamos en el banco que había enfrente del Dia y te quedabas embelesada mirando una pantalla que pusieron donde aparecían diversos productos y alguna receta de cocina. Cuando te veía mirando la pantalla fijamente yo te preguntaba: ¿Qué, te gusta la película? Entonces tú me mirabas y sonreías. Me gustaba mucho ir a comprar contigo. Después de que te dio el infarto ya no te dejé ir nunca a comprar sola.
 
Muchas veces me pregunto porque mi mente con tan solo una imagen, con un fulgor que apenas dura dos o tres segundos, después es capaz de evocar un montón de recuerdos que se convierten en palabras y se pueden convertir en un poema o, por ejemplo, en esta carta.
 
También es curioso el hecho de que un recuerdo te lleve a otro y así sucesivamente en una cadena que podría ser interminable. Ahora me viene a la cabeza la última vez que fuimos a Sahagún y nos íbamos a comprar con uno de los bolsos del equipaje que tenía ruedas, ya que allí no teníamos carro de la compra y había que subir las cosas a la vuelta hasta la casa de los abuelos que estaba en lo más alto del pueblo. Además era agosto y hacía un calor espantoso. Cruzar el puente del ferrocarril después de subir la cuesta que daba a donde estuvo la fábrica de gaseosas de Ursino era una odisea. Menos mal que al llegar a la casa de los abuelos nos recibía el frescor que conservaban sus gruesas paredes. Nada más llegar echaba un trago de agua del botijo que sudaba también como yo, pero las paredes del botijo eran como las de la casa, conservaban el frescor y parecía que estábamos en aquellas Navidades que fuimos a pasar tantos años con los abuelos.
 
Vuelve mi mente a Barcelona, en este caso a Sant Adrià del Besòs. En mi infancia yo desconocía que ese Besòs era un río y tiernamente pensaba que eran besos, que mi barrio estaba lleno del amor que tú me dabas. Recuerdo vagamente que algunas veces fui a comprar contigo a un mercado que había más allá del cine Avenida. Aquello para mí era como una excursión a un lugar lejano e inhóspito, pero como iba contigo no tenía miedo. De lo que me acuerdo con claridad es que me ponía pesado y no paraba hasta que me comprabas unos bastones de pan enormes. A la vuelta yo iba pegando mordiscos al bastón y cuando llegábamos a casa no quedaban ni las migas.
 
Ya ves, madre, cuántas cosas he recordado de nosotros con un simple letrero de supermercado. Un abrazo.
 
Gerardo Guaza González. 2024

CASA BLASONADA DE LOS MÉNDEZ

Sahagún (León) Escudo de la familia Méndez

En el número 4 de la calle Flora Flórez Herques se alza la casa blasonada más antigua de Sahagún. Su planta baja es de sillería, con tres puertas de arco escarzano. En su planta noble, de ladrillo, se abren tres airosas ventanas con balcones de hierro sobre soportes moldurados de piedra. El escudo de armas recoge las armas de la familia Méndez, originaria de Villamañán (León): en campo de azur, dos pozas de veros puestas en palo; bordura de plata con ocho cabezas de águila cortadas y sangrantes. Se timbra con yelmo, lambrequines y cascabeles, y descansa sobre un tarjetón barroco de cueros recortados, máscara y frutas. Protege la fachada un amplio voladizo de madera. El chaflán curvo de piedra da paso a la fachada de la calle de San Benito, por donde antaño se bajaba a la “portería de los carros” del Real Monasterio.

 

En esta casa moraron los descendientes del doctor Pedro Méndez (+1624), abogado, vecino y regidor de Mansilla del Almirante y alcalde mayor del Estado del Duque de Alburquerque, y de doña Luisa de Vega, su mujer, vecina de Sahagún, cuyo hijo, don Jacinto Méndez de Vega, natural, vecino y regidor de Mansilla, se casó en 1620 con doña Jerónima de Villafañe y probó su hidalguía de sangre en la Chancillería de Valladolid en 1639. Su hijo, Pedro Méndez de Villafañe, se casó con doña Juana de Escobar y Arias, y construyó hacia 1680 la casa de Sahagún. La heredó su hija doña Facunda Méndez de Escobar, la cual hizo testamento en Sahagún el 6 de agosto de 1749 ante Gerónimo de Mata y Puerta, escribano del número de la villa. Pidió doña Facunda que la amortajasen en hábito de San Francisco y la enterraran en la iglesia de San Tirso, ante el altar mayor. Pertenecía a la Cofradía penitencial de la Vera Cruz, que participó en sus funerales, entierro y misas. Dejó pagadas cuatro misas anuales en la iglesia de San Tirso: una el día de San Tirso, otra el de San Pedro Apóstol, otra el de San Jacinto y otra el de los santos Facundo y Primitivo, patronos de la villa.

Sahagún (León) Casa de los Méndez, h. 1680.

La casa de doña Facunda Méndez de Escobar estaba –y sigue estando– en la “calle Carnecerías” (actual calle de Flora Flórez), que pertenecía a la “colación de San Tirso”. Tenía por linderos de un lado la casa de Antonia Navamuel, esposa de Juan Vaca, y del otro la “calle de la Portería de los carros del monasterio de San Benito” (actual de San Benito). Nombró la testadora por herederos de sus bienes a don Ginés Méndez, su sobrino carnal, vecino de Sahagún, que estaba casado con doña Ana Gallardo, y a los hijos de ambos, que eran don Francisco y don José Méndez Gallardo, el segundo de los cuales iba para sacerdote. Mencionó también a su primo don Facundo Méndez Vozmediano, ya difunto; a sus sobrinos, los hermanos don Manuel de Escobar y doña Margarita, casada esta última con don Melchor de Toro, y a sus sobrinas, las hermanas doña María y doña Josefa de Getino y Escobar. Nombró como testamentarios a don Manuel Cabeza de Vaca, vecino de Sahagún, y a don José Díaz de Remari, cura párroco de San Tirso. Fueron testigos Francisco Escapa, Manuel Salinas y Juan de Espinosa Ballestero, escribano de su majestad y del número de Sahagún. Todos ellos eran fieles devotos de San Juan de Sahagún, patrono de la villa.

 

Rafael Domínguez Casas

Universidad de Valladolid.

Conoce mejor Sahagún