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Mi querido labrador

Mi querido labrador
que tus surcos vas arando
con fatiga y con amor
y no temes al frío ni al calor
porque la vida así te lo ha enseñado. 

Con duro y esclavo trabajo
es para ti una alegría
porque ves naciendo cada día
la semilla que tus manos
ayer felices sembraron. 

Mi querido labrador
que tu sudor vas dejando
en las tierras que naciste
y que de ti esperan tanto. 

Amas los campos que siembras
con dulce y profunda ilusión.
Luego recoges la cosecha
que el tiempo te ha enviado
con la voluntad de Dios. 

Para ti no sirve el frío
ni el terrible calor
aunque abatido esté tu cuerpo
nunca se queja de dolor. 

Se pone el sol en las cumbres
porque el alba viene ya
y trabajas con ahínco
hasta que se vaya a ocultar. 

Tu dura y esclava profesión
es para ti una alegría
porque en ella ves nacer cada día
la semilla de tu amor.

Los animales te quieren
y aprecian tu valor
porque tus manos son fuertes
y grande tu corazón. 

Un Santo bendice tu vida
que también labró y aró
fue un hombre bueno y honrado
que al morir canonizaron
San Isidro, el Labrador. 

Sagrario Gutiérrez 1973

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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