Juan de las Cuevas
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Nació en Sahagún, en 1.515, siendo sus padres Juan de las Cuevas y Mari Gómez Bustillos de Terán. De ilustre abolengo, su abuelo paterno había sido alcalde de la villa por el estado noble y siendo sus padres Juan de las Cuevas y Mari Gómez Bustillos de Terán.- Pasó a Nueva España en 1536, y de allí al Perú con la gente enviada por el virrey Mendoza en ayuda de Pizarro y en 1540 se dirige a Chile con 120 infantes, 50 jinetes y un millar de indígenas.-
Pasados el desierto de Atacana y el valle de Copiapó y después de la batalla de Coquimbo, los cronistas nos dan el nombre de Juan de las Cuevas junto a Valdivia, llegando al río Mapocho y fundando a sus riberas, en 1.541, la ciudad de Santiago de Chile, en compañía de Alonso de Monroy, Francisco de Villagrán, el maestro de campo Pedro Gómez de San Benito, Luis de Toledo, Juan Fernández de Alderete y otros caballeros de alto relieve conquistador.
Participó en la famosa batalla de Arauco el 24 de Febrero de 1550, y estuvo presente a la fundación de las ciudades de Valdivia, y La Serena, a la que el adelantado llamó así, para perpetuar tanto su nombre como el del terruño de su nacimiento.
En 1552 subió a Arequipa, donde matrimonió con Catalina Mendoza, de noble estirpe y con grandes repartimientos y caudales en la ciudad del Misti; y en 1554, estaba de vuelta en Chile, cuando la tristemente célebre batalla de Tucapal entre Caupolicán - lugarteniente de Colocolo, jefe de los araucanos - y Valdivia, en la que las tropas españolas fueron aniquiladas, siendo Valdivia hecho prisionero por el caudillo araucano, tras la traición del indio Lautaro.
En 1557, finalizando el año y cuando se acababa de concluir la reedificación de la fortaleza de Tupacal, corrió la noticia de que los araucanos Onglomo y Paycavi habían conformado un aguerrido contingente para atacar a los españoles, enviando entonces el gobernador García Hurtado de Mendoza al capitán Rodrigo de Quiroga a inspeccionar los alrededores. Volvió con las alarmantes nuevas de que el ejército enemigo era realmente numeroso y tan bien pertrechado de muy afiladas armas, que presagiaba un cruel enfrentamiento. No se amilanaron por ello las huestes españolas; y, aprestándose al combate, fue vencido el nutrido frente del capitán Colgomangue -compuesto de más de 5.000 indios- habiéndose cubierto de gloria por su arrojo el ala que comandaba el capitán Juan de las Cuevas, rayando en igual empuje los otros cuatro escuadrones a las órdenes de los capitanes Francisco de Ribera, Luis de Toledo, Alonso de Escobar y Pedro de Lobera, que es el cronista que nos relata la hazaña.
Corriendo el 1.570 - cuando un gran terremoto destruyó casi por completo la ciudad de Concepción - vemos a don Juan de las Cuevas y Bustillos de Terán, siendo alcalde ordinario de Santiago de Chile, junto con Pedro Lisperguer.
Nos relata el cronista dos hechos de espectacular valentía en nuestro capitán don Juan de las Cuevas, solo expondremos uno de ellos. Hallándose cercado el capitán Francisco Hernández de Herrera y algunos de los soldados de su escolta por un escuadrón de infantería enemigo y otro de caballería que por allí merodeaba tramando lides a los castellanos, como hubiese llegado a oídos de Juan de las Cuevas el fragor de las armas por encontrarse él también cerca del lugar, así nos describe la hazaña: " Como el capitán Juan de las Cuevas se hallase a pie y le pareciese inútil aguardar perentorias de aderezar su caballo... cogió uno que halló a mano, subió con él a un cerro, y sin echarle freno, sino con la jáquima, se fue a dar alcance a los indios, de los cuales alanceó muchos, haciendo tales bravezas, que ya fuera bajarle de quilates en los muchísimos de su prosapia y valentía ".
Volvió a ser alcalde de Chile otras dos veces y una regidor de la ciudad por nombramiento regio de la Audiencia del Perú, a cuya jurisdicción pertenecía el reino de Chile. Su rectitud en aquellos regimientos ediles le atrajo muchas enemistades, las que - por rencillas y venganzas personales - dieron con él en el presidio de Santiago, so pretexto de no haber cumplido puntualmente en cierta ocasión con pagar impuestos. Y en la cárcel hubo de penar la vengativa rigidez de un teniente gobernador, por mas que su esposa e hijos pagaron con creces los descuidos de aquel hombre valeroso y bueno, quien contaba a la sazón con 75 años de edad. Todo lo cual de tal manera obsesionó al ilustre hijo de Sahagún, que - al año siguiente 1591 – dejaba de existir.–
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