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LA FAMILIA RURAL LEONESA
STATUS Y ROL DE LA FAMILIA
Se entiende por status la posición que ocupa un individuo en un grupo, mientras que rol o papel social se refiere al comportamiento que el grupo o la sociedad espera de aquella persona que ocupa un determinado status.
STATUS DEL PADRE
En la cultura rural leonesa, sin excepción de zonas geográficas se considera al padre como al jefe de la familia. Él era quién tomaba las decisiones de tipo familiar, sin necesidad de contar con su mujer e hijos, él dirigía la economía familiar, era responsable de toda la familia ante la comunidad.
Al jefe de familia había que tratarle de Vd. y no se le podía contradecir ni pedir explicaciones por su conducta. Él era incluso quien decidía el futuro de sus hijos a la hora de contraer matrimonio o a la hora de decidirse por uno u otro trabajo.
Su conducta muchas veces era de auténtico patriarca: presidía y bendecía la mesa, partía y repartía el pan inmediatamente después de haber hecho las bendiciones, a continuación se servía la comida y luego la madre servía la comida al resto de la familia.
STATUS DE LA MADRE
La mujer leonesa generalmente trabajaba en las faenas del campo acompañando a su marido, al menos durante las épocas de más trabajo.
Luego tenía que atender a los animales domésticos, hacer las labores de casa, sin olvidarse de su función de madre, su posición era de notable inferioridad frente al marido e incluso al de sus hijos varones cuando éstos llegaban a la mayoría de edad.
La madre nunca decidía por si sola en asuntos familiares de cierta importancia, no obstante fue la administradora de la casa y la economía doméstica. Su tiempo libre de los domingos lo pasaba "encerrada en casa", "en casa de las vecinas", "reunida con otras mujeres" o "visitando a los enfermos del pueblo".
STATUS DE LOS HIJOS
Su situación era de sumisión total al padre hasta el momento de contraer matrimonio y en muchos casos incluso después de haberse casado. Los hijos durante los años de infancia eran mal atendidos, principalmente en los meses de más trabajo en el campo.
Durante los meses de verano, por ejemplo, en Ribera y Tierra de Campos, la madre salía al campo, dejando a los niños solos en casa o bajo el cuidado de alguna hermana mayor, cuando esta no podía trabajar en las faenas del campo.
"De seis a siete años se les echaba a la escuela a aprender las letras con el señor maestro" y solían asistir hasta los diez los niños y hasta los doce las niñas.
Luego comenzaban a trabajar con el padre en la propia hacienda y sí no contaba la familia con suficiente propiedad para dar trabajo a todos los hijos, los varones se iban de casa a trabajar de pinches con otras familias del pueblo o pueblos vecinos.
STATUS DEL ABUELO
Generalmente los abuelos, seguían siendo la autoridad de la casa y familia hasta los últimos días de su vida. El abuelo seguía trabajando en el campo hasta una edad muy avanzada, también trabajaba en casa preparando los arados, aladas, horcas, rastros, etc.....
Durante las largas jornadas de invierno transmitía las costumbres, creencias y tradiciones de tipo familiar y religioso a sus nietos. La abuela era la encargada de cuidar los niños mientras su madre estaba trabajando en el campo.
Bajo la autoridad de su marido mientras este viviese y después de su hijo casado, el único papel que tenía la abuela era el de cuidar sus nietos y socializarles en la cultura rural y religiosa.
LA PEDIDA DE MANO
Cuando una pareja, después de varios años de relaciones y habiéndolo aprobado previamente sus respectivos padres, tomaban la decisión de casarse, se celebraba en casa de los padres de la novia "la pedida de mano", en la que los padres del novio solicitaban de los padres de la novia la mano de ésta para su hijo.
Eran los padres del novio y éste los que acudían a casa de los padres de la novia para hacer la pedida. Generalmente iban al atardecer o ya de noche y usaban las puertas traseras de la vivienda para no ser vistos por los vecinos del pueblo.
Era la pedida un auténtico trato entre dos familias: la de la novia, que ofrecía la hija y a cambio exigía un precio, una dote, y la del novio, que intentaba hacerse con la joven.
El miedo a no llegar a un acuerdo en la dote imponía un cierto sigilo al acto, ya que el ser abandonado, uno u otra, a estas alturas era mal visto por la sociedad rural.
Cuando se daba una pedida en el pueblo, los jóvenes durante la noche echaban el rastro o sendero de paja, que unía la casa de los novios y continuaba hasta la iglesia.
Las pautas de conducta que acompañaban a la pedida estaban estructuradas de la forma siguiente: se comenzaba por la merienda, preparada por la madre de la novia y servida en la mesa por la propia novia, para demostrar a sus futuros suegros las dotes de la cocinera.
El plato típico para estas ocasiones fue el cordero asado en la Montaña y Bierzo, mientras en la Ribera y Tierra de Campos se usó más el pollo estofado.
Al final, después de los postres se pasaba a concretar la dote por parte del padre de la novia, si se llegaba a un acuerdo en la cantidad fijada, se procedía a concretar el día de la boda, el número de invitados, los gastos, por último se hablaba del traje de los novios.
El ritual terminaba con frases ya hechas, el padre del novio decía al padre de la novia, ¿es éste también el gusto suyo? .El interrogado, contestaba: "lo es", el padre del novio seguía. "pues sí éste es el gusto de todos, que se haga como ellos quieran y que Dios les bendiga".
Pero si alguna vez, "después de comido el gallo", el novio dejaba a la novia o ésta a aquél, tal hecho era considerado como la mayor de las ofensas que una familia podía hacer a la otra.
LA BODA
"Salga la señora madre
por ese portal barrido
a recibir a su hija
que viene con su marido"
El día de la pedida se concertaba la fecha de la boda, que solía ser el cuarto domingo a partir de la pedida. "Tres domingos de espinales y el cuarto los esponsales".
La primera velación se celebraba con una comida en casa de la novia, a donde acudía el novio con sus acompañantes los mozos del pueblo. Ese día la novia solía invitar a las mozas a dulces y vino.
El segundo domingo de velaciones se celebraba en casa de los padres del novio, a dónde acudía la novia acompañada de sus amigas. El novio invitaba a los mozos del pueblo a un vino.
El tercer domingo, indistintamente en casa de uno u otro, se reunían los padres de los novios para concretar los últimos preparativos; se repasaban las listas de invitados, se acordaba la comida del día de la boda.
Entre los detalles a ultimar estaba también el traje de los novios, el traje que la novia solía lucir era el típico de la región: "basquiña de merino, pañuelo de colores y medias blancas" en Tierra de Campos, "rodar, mantón de manila" en la Ribera y la Montaña. El atuendo de ceremonia del novio solía ser traje negro y en muchas regiones de la provincia capa fina y sombrero.
Hay que decir que en toda la provincia existió la costumbre de celebrar dos días completos: la boda y el torna-boda. El día de la boda por la mañana, en medio del ambiente de fiesta que se creaba en todo el pueblo, se comenzaba repicando las campanas para anunciar al novio y sus acompañantes, los mozos del pueblo, que había llegado la hora de ir a buscar a la novia y acompañarla a la iglesia.
La cultura popular no interfiere en los ritos sagrados del matrimonio, el pago al sacerdote, se solía ocupar el padrino, mientras los jóvenes hacían coro a las puertas de la iglesia cantando:
" Salgan los señores novios
que les estamos esperando
para darles la enhorabuena
y que sea para muchos años"
La vuelta de la iglesia a casa la solían hacer recorriendo las calles del pueblo, a pie, bien montados en carro, los padrinos invitaban a nueces, avellanas, almendras y vino.
La comida se celebraba en casa de los padres de la novia, para el banquete se solían matar terneros, corderos o pollos, dependiendo del número de invitados, terminada la comida, los jóvenes del pueblo, acudían a casa de los recién casados y allí mismo o en la plaza más próxima comenzaba el baile.
Por la noche, terminado el baile, los jóvenes del pueblo tenían costumbre de cobrar al novio los "derechos" que todos los jóvenes del pueblo tenían sobre la novia y el novio les invitaba a dulces y vino.
El torna-boda o segundo día de fiesta era aún más familiar, después de la misa, a la que asistían todos los invitados, familiares, amigos y los novios, los invitados recorrían las calles del pueblo e invitaban a todos los vecinos a vino y nueces.
Después de la comida del segundo día, los invitados más lejanos comenzaban a marchar. Si había sobrado comida o dulces, se repartían entre ellos, los llamados "los perdones". Una vez despedidos los familiares lejanos, comenzaba el baile, con bailes típicos y regionales.
Pasada la boda, los novios, sin viajes ni lunas de miel, en muchas ocasiones tenían que volver a casa de sus padres y allí pasar meses o años para poder independizarse.
LOS HIJOS
La aspiración de la familia rural leonesa, eminentemente religiosa era la de "tener todos los hijos que Dios les mandase" o "los que la naturaleza diese de sí", que para ellos era prácticamente igual.
En el sistema económico del mundo rural leonés, cada hijo que venía a la familia suponía un aumento de la mano de obra casi gratis. Los hijos que llegaban al mundo venían a aumentar las posibilidades económicas de la pequeña empresa agraria.
LA GESTACIÓN
El periodo de gestación en la cultura rural leonesa formaba parte de un complejo cultural dominado por el tabú, que comprendía todo el campo sexual y la vida íntima matrimonial.
A este tabú iba unida una serie de ritos mágico-religioso, de los cuales se esperaba conseguir protección para la gestante y la criatura.
Las prácticas religiosas o mágicas dedicadas a conseguir el beneplácito del "numinoso" sobre la gestante eran muy variados, pero los más usuales y variados, en toda la provincia de León, fueron los rezos y oraciones a San Román Nonato, San Antonio, las ofrendas de velas a la Virgen y el rezo a San Antonio.
También eran frecuentes otras muchas prácticas mágicas, en la Ribera, la embarazada se lavaba los pechos con cornezuelos y tomaba pequeñas cantidades de éste agua para conseguir un buen parto.
En Tierra de Campos se guardaba el "bollo" del día de las Candelas, un pan ofrecido en la misa y en su día se lo daban a las mujeres cuando se encontraban en el último mes de la gestación, para que tuviesen un buen parto.
EL PARTO
En casi todos los pueblos había una o varias mujeres que hacían de parteras y ejercían de esta profesión algo sagrado.
El parto era presenciando por la partera y por la madre y suegra de la que iba a dar a luz, estás personas se encerraban en la habitación matrimonial de la casa y a la luz de un candil de aceite.
En cuanto al trato a la recién parida, hay diferencias en cuanto a la zona, en la Ribera tenían costumbre de permanecer ocho días en cama después del parto. "Ese tiempo lo pasaban a caldo de gallina, galletas y vino blanco".
En cuanto al niño, si nacía débil, le reanimaban con vino y si la madre no tenía suficiente leche, le alimentaban con tila, con una especie de sopas de ajo sin pimentón, con agua azucarada.
También existió la costumbre de dárselo a alguna vecina del pueblo para que lo amamantase, los días después del parto, lo mismo que algunas madres les ponían a mamar de alguna oveja.
La madre permanecía en casa durante cuarenta días en absoluto aislamiento, sin ser vista por ninguna persona del pueblo y de no pasar por delante de la iglesia.
EL BAUTIZO
Cuando nacía un niño en la familia, se encendía una lámpara o candil y no se apagaba hasta el día del bautizo para que las brujas y malos espíritus no se acercasen al recién nacido.
El nombre para el bautizado lo determinaban los padrinos y, solía ser el de algún abuelo o familiar o el santo del día. En algún lugar fue costumbre que el nombre lo diese el cura, tomándolo del santoral romano, así , Fabriciano, Procopio, Rolindes.........
LA SALIDA A MISA
Durante cuarenta días después del parto se consideraba a la que había dado a luz impura o contaminada. Pasados estos días, a imitación de la Virgen María, se celebraba la salida a misa.
Consistía en ir a la iglesia con el niño, acompañada de su madre o madrina y presentarse al sacerdote:
El sacerdote les esperaba a la puerta de la iglesia y allí la rociaba con agua bendita a la madre y al niño, después de rezar salmos y oraciones.
La madre permanecía toda la misa con una vela encendida en sus manos y al llegar al ofertorio presentaba al sacerdote una jarra de vino y un panecillo, llamada la "oblata" en acción de gracias.
Terminada la misa tendía a su hijo sobre el altar de San José si era niño o sobre el altar de la Virgen si era niña y se lo ofrecía al santo, implorando su protección.
FUNCIÓN CULTURAL Y SOCIALIZADORA
El jefe de la familia, sentado a la chimenea y rodeado de sus hijos o nietos, pasaba las largas veladas de invierno contando historias, leyendas y mitos transmitiendo a los suyos las glorias del pueblo, de su propia familia o antepasados.
El padre, además de ser el maestro con la autoridad que le concedía la experiencia, era también el sacerdote de la familia. El dirigía las prácticas de piedad y el culto a los mayores: rezaba el rosario, bendecía la mesa, dirigía el "ángelus" en medio del campus, impartía la bendición al marcharse de casa.
La madre, como diaconisa de la casa, enseñaba las oraciones a los niños, les santiguaba al acostarlos, imponía sobre ellos toda clase de objetos sacros para librarlos de las brujas y de los malos espíritus. Además eran obligatorias las prácticas comunitarias: la misa de los domingos, el rosario de los meses de mayo y octubre, las novenas y los triduos a cada santo.
Las comunidades rurales celebraban otros muchos actos sociales:
LOS HILORIOS O FILANDONES
Se llamaban hilorios o filandones a las reuniones que por grupos de familiares se hacían durante las largas veladas de invierno en casa de una de las familias del barrio.
Generalmente comenzaban estas reuniones con el rezo del santo rosario, luego las mujeres se dedicaban a hilar y tejer a la luz del candil, mientras los hombres reunidos en la cuadra, hablaban con más libertad de todo un poco. Los jóvenes a su vez, en grupos aparte contaban chistes, asaban patatas, hacían baile, etc...
Antes de deshacerse el hilorio solían tomar sopas de ajo, para las sopas, las patatas y el aceite del candil, cada familia pagaba una cuota al mes, que podía ser de hasta una perrina o cinco céntimos.
LAS FIESTAS PATRONALES
La víspera de la fiesta por la tarde se pedía limosna por todas las casas. Solían dar garbanzos, chorizo, patatas, tocino, pata de cerdo, etc. Con todo ello hacían una gran comida para los pobres del contorno, que acudían a la fiesta.
Las fiestas comenzaban con pasacalles o diana, la misa cantada con procesión por las calles del pueblo y después de repartir la comida de los pobres, la gran comida familiar, que solía durar tres o cuatro horas.
Terminada la comida se hacía el baile en la plaza, que duraba hasta la noche.
LOS CARNAVALES
Los carnavales, celebrados en todo el mundo rural leonés servían para liberar a la población, al menos durante tres o cuatro días, del riguroso control social al que estaban sometidos el resto del año.
La forma más común de celebrar era la de los disfraces, los jóvenes y niños se disfrazan de guirrios y "antruejos", de animales, de profesiónes, etc. y recorrían todas las calles del pueblo pidiendo aguinaldo.
Durante estos días, libres del control social y protegidos por las máscaras y disfraces, se rompían las pautas de conducta y muchos de los tabúes de la cultura rural.
VELORIOS
Cuando moría alguien en el pueblo, durante la noche o noches de "cuerpo presente" acudían los vecinos, al menos uno de cada casa, a montar vela en torno al difunto y a sus familiares.
El velorio comenzaba con el rezo del santo rosario dirigido por el abad de la Santa Hermandad de las Benditas Ánimas que existió en todos los pueblos
Terminado el rosario, los hombres se dedicaban a hablar de todos los asuntos del pueblo, olvidándose del difunto presente.
Las mujeres, además del rosario, leían recomendaciones del alma, novenas y otras oraciones, luego se dedicaban a sacar a relucir los chismes del pueblo.
Estas tertulias de hombres y mujeres en torno al difunto eran interrumpidas en intervalos de una hora por las "posas" o repique de campana, para invitar a la comunidad a rezar por el difunto.
En el velorio cuando sonaban las "posas", uno de los hermanos cofrades decía, "por su anima, pater noster" y todos rezaban unos minutos en silencio.
Al día siguiente, amortajado y vestido de hábito blanco conducían el cadáver a la iglesia. Terminadas las honras fúnebres, portado a hombros lo conducían al cementerio, una vez dada sepultura al cadáver, llegaba el momento de "muerto al hoyo y el vivo al bollo".
Todos los asistentes al funeral volvían a casa del difunto y después de echarle "un por su ánima, pater noster" eran invitados a vino, pan y queso.
Fuente: Asociación Cultural Balle de Scapa
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