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SAHAGÚN EN 1752 (Primera Parte)

El siglo XVIII, conocido como “el siglo de las luces”, nos ha legado numerosos testimonios de su espíritu renovador y de su afán por el conocimiento del medio y la sociedad de su tiempo, aunque, de todos ellos, el Catastro de Ensenada ocupa un lugar de privilegio. Propuesto por el secretario de Hacienda de Fernando VI, el marqués de la Ensenada, este catastro tenía una clara finalidad fiscal. Con él se pretendía conocer los bienes y rentas de los habitantes de las 15.000 localidades que entonces integraban la Corona de Castilla y así fijar un único impuesto (en esencia, el antecedente del IRPF actual), aunque esa información es hoy, por encima de todo, una extraordinaria fuente para la Historia que permite reconstruir cómo eran las características de villas como Sahagún hace más de 270 años.

Las averiguaciones del catastro, como así se denominaron las preguntas generales que contenía, se llevaron a cabo en nuestra villa el 21 de febrero de 1752 bajo la intendencia de José Hidalgo Palacios, abogado de los Reales Consejos y Juez subdelegado del rey. Aunque constan varios declarantes, el documento alude como principales a Manuel Cabeza de Vaca, que por entonces era teniente alcalde de Sahagún y acudía al interrogatorio en sustitución del indispuesto alcalde mayor don Francisco María Valero; Juan Manuel de Torres, que ocupaba el cargo de procurador y vicario general de la villa y abadía de san Benito y, para dar fe de lo declarado, además de Andrés Ramos, notario de “Su Majestad”, estaba presente el secretario de número y ayuntamiento de Sahagún Juan Felipe y Godos. Así, tras el habitual juramento de verdad realizado con la señal de la cruz comenzaron las averiguaciones que hoy nos permiten reconstruir con numerosos datos la realidad de nuestra villa por aquellos años.

El caserío de Sahagún, que todavía mantenía sus cercas o murallas de tapial, estaba formado por 441 casas habitables que daban cobijo a sus 431 vecinos.

De ellos ochenta y nueve eran viudas, lo que representaba el 20,64% de la población total. Únicamente seis casas fueron declaradas como inhabitables y, al tratarse de un núcleo eminentemente urbano desde sus orígenes, solo constaba la existencia de dos casas de campo ocupadas por sendos habitantes que vivían fuera de la villa y a la vera de los ríos Cea y Valderaduey. Uno de ellos era Miguel del Villar, que vivía en la llamada casa de la alameda grande del Real Monasterio de san Benito, de la que estaba al cuidado, y el otro, llamado Bernardo Alonso, habitaba la casa de la ermita de Nuestra Señora del Puente. También se menciona la existencia de trece pobres de solemnidad, de entre los muchos “que andan de puerta en puerta” pidiendo limosna.

 

A esta población seglar de la villa debemos sumar los dieciocho clérigos presbíteros (seis de los cuales eran párrocos o vicarios perpetuos que atendían las parroquias de la villa), ochenta y ocho monjes que integraban el Monasterio benedictino de san Facundo y san Primitivo, la novicia y trece religiosas que componían el monasterio de santa Cruz y los cuarenta religiosos misioneros del convento de san Francisco, por lo que la población religiosa de Sahagún ascendía a un total de 160 individuos

La estampa urbana de Sahagún estaba dominada entonces por los citados conjuntos monásticos y las plazas abiertas en torno a las iglesias de san Lorenzo, san Tirso, la Santísima Trinidad, Santiago, san Martín, san Pedro y santa María la Nueva; pero también por la existencia de varios edificios civiles relevantes. Así, la villa contaba con una casa consistorial o Ayuntamiento, otra de carnicerías (fundamental para el control de los precios y abastecimiento de un producto tan importante y cuyo nombre aún mantiene nuestro callejero), una casa que servía como matadero y otra para el secado de la cera (el llamado “tendal de cera”). También consta la existencia de dos alhóndigas, edificios que servían para el almacenamiento y la compraventa del trigo y otros diversos productos de consumo, cuyo recuerdo aún está presente en el nombre de la calle homónima próxima a la parroquia de san Lorenzo. De la más importante de ellas, ubicada en el solar que hoy ocupa la casa parroquial, se conserva la fotografía que aquí reproducimos y que se corresponde con la alhóndiga que en 1557 había fundado el regidor de la villa Diego de Quevedo, tal y como rezaba la inscripción realizada en letra capital romana y situada en el dintel de la puerta de acceso.

Además, existían seis casas tenerías donde se curtían y trabajaban las pieles, que daban buena cuenta de la salud de la que aún gozaba este oficio menestral en nuestra villa.

Aunque eran muchas las gentes de la villa que se dedicaban al comercio, trato de mercancías y oficios de lo más variopinto, mayoritariamente comerciaban en sus casas propias o mediante la venta ambulante, de ahí que únicamente se registre la existencia de nueve tiendas, de las cuales cinco son calificadas expresamente como buhonerías. Así constan las de Manuela Martínez, Pablo Vacas, Miguel Feijo, Miguel del Barrio y Blas de Polvorinos, aunque la de este último también era especiería y cerería y vendía chocolate. Más especializadas eran la de Alonso Neches, que, en calidad de confitería, vendía dulces, chocolate y azúcar, o la cerería de Vicente Ramírez, dedicada en exclusiva a la venta de cera. La tienda de Santos de la Torre era, en cambio, la más versátil de todas, ya que además de ser joyería, especiería y confitería, también era lugar de venta de paños al por menor, hierro y acero.

Mucho se ha hablado de la fama tabernera de Sahagún, pero, más allá del tópico y de las referencias a la “reverendísima cuba” del monasterio, la villa no contaba en 1752 con ninguno de estos establecimientos, ya que, según la información recogida en estas averiguaciones, este era “lugar de cosecha” y los cosecheros vendían el vino en sus bodegas o casas particulares. Sí existían, en cambio, tres mesones, todos dotados de camas y abiertos a todo género de huéspedes: uno perteneciente al Monasterio y que administraba Froilán de Robles, otro que regentaba Francisco Gutiérrez Salazar y un tercero perteneciente a Luís Díez.

A estos establecimientos se sumaba la existencia de tres hospitales, espacios cuyo uso no estaba destinado exclusivamente a asistir a los enfermos, tal y como los concebimos actualmente, sino también para hospedar a peregrinos y desfavorecidos. El de san Andrés, nombre que recibía por correr a cargo de la cofradía homónima situada en la parroquia de san Martín, y el del Dulce Nombre de Jesús, que asistía a los vecinos pobres y enfermos con médico, cirujano y medicinas, se encontraban en el núcleo urbano de la villa. El tercero, también denominado “hospital de afuera” (situado en el solar junto al  camino de Santiago que aún hoy conocemos con el nombre de la “Huerta del Hospital”), era administrado por el monasterio de san Benito de Sahagún y, además de recoger a peregrinos pobres, servía en 1752 como panadería.

 

El escenario constructivo de Sahagún se completaba extramuros con los siete molinos harineros propiedad del monasterio de san Benito. Cinco de ellos, los llamados del quemadillo, del puente, del portal, de facundilla y del bocarón, estaban situados en la aún existente presa que pasa junto a la cerca de la villa y desemboca a la altura del puente canto y todos ellos eran de dos muelas salvo el del bocarón, que contaba con tres de estos artefactos. Los dos molinos restantes estaban en la presa abierta desde el río Cea hacia el término de Valdelaguna y ambos, conocidos como del Soto y del Hospital, estaban compuestos por dos muelas.

No eran estas las únicas infraestructuras molineras de la villa, pues en el casco de la villa y dentro de las casas de algunos vecinos también se declara la existencia de once molinos de aceite, pero sobre las actividades y rentas que percibían los vecinos de la villa de Sahagún por ellas hablaremos en la próxima entrega… (continuará)

Joaquín García Nistal

Profesor Titular de la Universidad de León

 

pies de figuras

Fig. 1.Sahagún a vista de dron (fotografía de Jorge Castrillo Felipe)

Fig. 2.Alhóndiga de Sahagún fundada en 1557 por Diego de Quevedo.

Fig. 3. Restos del antiguo Hospital de afuera, el único extramuros de los tres con los que contaba Sahagún en 1752.

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