Hoy nos vestimos de antiguo
por las fiestas medievales
que proliferan día a día
por los pueblos y ciudades.
Participa todo el mundo
forasteros y locales,
la gente llana del pueblo
también las autoridades.
Se buscan añejas ropas
por baúles y desvanes
y si allí no las encuentras
recurres a los disfraces,
o te las haces tu mismo
con agujas y dedales
que con un poco de ingenio
verás lo bien que te salen.
El caso es participar
divertirse y alegrarse
con música, canciones,
cuentos, rimas de juglares.
Se ven antiguos oficios
en otros tiempos vitales
herreros o forjadores
hoy oficios ancestrales.
Algunos hilan, o bordan,
tejiendo en viejos telares
encuadernando a la antigua
o vendiendo cachivaches.
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Rateros y ganapanes
mesoneros, cantineros
engañabobos, truhanes.
Personal de toda estofa,
mujeres de mala vida
que mercadean sus dones,
no puedo entrar en detalles.
Acuden los halconeros,
que inundan plazas y calles
y otras gentes muy dispares
muy querida en estos lares
pues no en vano en esta villa
hubo justas medievales
donde acudían los nobles
y hasta familias reales
de ello da fe nuestra historia,
los nombres de nuestras calles,
las ruinas monumentales,
las iglesias y conventos,
recorridas por entonces
por los primeros juglares,
según datos de la historia
que hoy día son contrastables.
Por todo eso vivimos tanto
estas fiestas medievales
muy dentro del corazón
pues nos sentimos juglares,
y herederos de sus rimas,
de su música y cantares.
De veras que disfrutamos
los mayores y chavales.
Y para cerrar las fiestas
cenaremos, beberemos a raudales,
cosa que ellos no podían
por carecer de caudales
y una vez todos ahítos
de probar tantos manjares
cantaremos, bailaremos
como auténticos juglares.
Viva Sahagún y sus gentes
y nuestros acompañantes.
Manuel Morala. 2011
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